4 poemas cortos de Gabriel García Márquez

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Gabriel García Márquez fue un escritor prolijo: su obra consta de novelas, crónicas, cuentos y poemas. Estos son 4 poemas del Nobel colombiano.

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Gabriel García Márquez fue un escritor prolijo: su obra consta de novelas, crónicas, cuentos y poemas.

Estos son 4 poemas cortos de Gabriel García Márquez. Y aunque su producción de poesía es más que todo poemas de amor (que puedes leer en este artículo) estos que te presentamos aquí son poemas sobre la muerte, el amor, la amistad y la poesía que demuestran el talento literario del escritor colombiano.

La muerte de la rosa

Murió de mal aroma.
Rosa idéntica, exacta.
Subsistió a su belleza,

Sucumbió a su fragancia.
No tuvo nombre: acaso
la llamarían Rosaura,

O Rosa-fina, o Rosa
del amor, o Rosalba;
o simplemente Rosa,
como la nombra el agua.

Más le hubiera valido
ser siempreviva, Dalia,
pensamiento con luna
como un ramo de acacia.

Pero ella será eterna:
fue rosa; y eso basta;

Dios la guarde en su reino
a la diestra del alba.

Poema desde un caracol

Yo he visto el mar. Pero no era
el mar retórico con mástiles
y marineros amarrados
a una leyenda de cantares.

Ni el verde mar cosmopolita
—mar de Babel— de las ciudades,
que nunca tuvo unas ventanas
para el lucero de la tarde.

Ni el mar de Ulises que tenía
siete sirenas musicales cual siete islas rodeadas
de música por todas partes.

Ni el mar inútil que regresa
con una carga de paisajes
para que siempre sea octubre
en el sueño de los alcatraces.

Ni el mar bohemio con un puerto
y un marinero delirante
que perdiera su corazón
en una partida de naipes.

Ni el mar que rompe contra el
[muelle
una canción irremediable
que llega al pecho de los días
sin emoción, como un tatuaje.

Ni el mar puntual que siempre tiene
un puerto para cada viaje
donde el amor se vuelve vida
como en el vientre de una madre.

Que era mi mar el mar eterno,
mar de la infancia, inolvidable,
suspendido de nuestro sueño
como una Paloma en el aire.

Era el mar de la geografía,
de los pequeños estudiantes,
que aprendíamos a navegar
en los mapas elementales.

En el mar de los caracoles,
mar prisionero, mar distante,
que llevábamos en el bolsillo
como un juguete a todas partes.

El mar azul que nos miraba,
cuando era nuestra edad tan frágil
que se doblaba bajo el
peso de los castillos en el aire.

Y era el mar del primer amor
en unos ojos otoñales.

Un día quise ver el mar
—mar de la infancia— y ya era tarde.

Drama en tres actos

I

Kornelius, el poeta resfriado,
iba para una fiesta.

Llevaba un sobretodo sobre el brazo
y un sombrero en la testa.

Una camisa blanca y una rosa
en la solapa negra.

II

Y Kornelius el alto
renombrado poeta
al salir a la calle
saludó a su colega
el famoso Francisco de Quevedo Villegas.

Estaba lloviznando
—el ciclo sin estrellas
mostraba a los humanos
una sonrisa negra—

y Kornelius, el alto
renombrado poeta
se resfrió esa noche
sin que se diera cuenta.

III

El salón se alistaba
todo para la fiesta.

Estaba el rey, la reina
y la corte suprema,
el señor secretario,
el conde de Lucrecia.

Ahí llego Konielius,
con su rosa y su ciencia,
se quitó el sobretodo
en la ventana abierta;

y cuando le aplaudía
toda la concurrencia
pidiendo a grandes voces
una canción de guerra,

Él sacudió el vestido,
sonrió, bajó la testa,
se aflojó la corbata,
hizo un gesto a la reina…

Dijo… Dijo… (no dijo):
Y estornudó un poema!

Geografía celeste

No ha muerto.
Ha iniciado un viaje atardecido.

De azul en azul claro
—de cielo en cielo— ha ido
por la senda del sueño
con su arcángel de lino.

A las tres de la tarde
hallará a San Isidro
con sus dos bueyes mansos
arando el cielo límpido
para sembrar luceros
y estrellas en racimos.

—Señor, cuál es la senda para ir al Paraíso?
—Sube por la Vía Láctea,
ruta de leche y lirio,
la menor de las Osas
te enseñará el camino.

Cuando sean las cuatro
la Virgen con el Niño
saldrán a ver los astros
que en su infancia de siglos
juegan la Rueda rueda
en un bosque de trinos.

Y a la seis de la tarde
El ángel de servicio
saldrá a colgar la luna
de un clavo vespertino.

Será tarde. Si acaso
no te han guardado sitio,
dile a Gabriel Arcángel
que te preste su nido
que estás en el más frondoso
árbol del paraíso.

Murió la Marisela,
pero aún queda un lino.

1 de julio de 1947

¡Hola, lector! ¿Cuál de estos fue tu poema corto favorito de Gabriel García Márquez?

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